Entrenamiento
Ejercicios de elongación para después de entrenar
Paso a paso, una serie de ejercicios para
elongar la musculatura luego de la actividad física, aptos para
triatletas, ciclistas y corredores pedestres.
Texto: Patricia Santiago* | Fotos: Isabel García
Aductores
Con este ejercicio elongás abductores y también espalda baja. Debés
ponerte en cuclillas con las piernas bien abiertas, pasar los brazos por
detrás de las rodillas y tomarte de los pies con la punta hacia afuera.
Relajá el cuello mirando hacia el piso para no tensionarlo.
Aductores bis
En su segunda variante te sentás en el piso con la espalda recta,
mirando hacia adelante, juntás las plantas de los pies y dejás caer al
piso las rodillas, intentando que los pies estén lo más cerca posible de
la ingle.
Isquiotibiales
Parado con las piernas abiertas al ancho de caderas, la espalda recta y
paralela al piso, formando un ángulo de 90 grados, te tomás con las
manos de un punto de apoyo (en este caso, un banco, pero puede ser la
barra del gimnasio), con las rodillas apenas flexionadas, y tirás con la
cola hacia arriba. Este ejercicio elonga desde la inserción del
isquiotibial.
Isquiotibiales bis
En la segunda variante, adelantá los pies a la altura del pecho, curvá
la espalda y meté la cola hacia adentro (ajustando los abdominales), de
esta manera también elongás la parte baja de la espalda o zona lumbar.
Psoas
Recostate en un banco o mesa, con la cola bien la borde.
La espalda debe quedar bien pegada sobre la superficie. Flexionás la
pierna hacia el pecho, mientras la otra queda estirada y cae relajada
hacia el piso. El psoas es un músculo difícil de elongar por su
profunidad.
Cervicales
Te sentás cómodamente con la espalda recta, los pies bien apoyados y en
forma paralela. Con una mano tomás la cabeza y la tratás de llevar hacia
un lado, como si la oreja quisiera tocar el hombro. Repetir hacia el
otro lado. También se puede hacer el giro completo de cuello.
Gemelos
Tu cuerpo tiene que estar derecho. Para elongar los gemelos, apoyás la
parte media del pie sobre un escaloncito y dejás caer todo el peso del
cuerpo hacia el talón suspendido.
Sóleo
Para el sóleo (el músculo ubicado en la parte inferior y posterior de la
pierna, debajo de los gemelos), la posición inicial es igual que la de
los gemelos, sólo que debés flexionar un poco la rodilla de la pierna a
elongar.
Cuádriceps
El cuerpo debe estar bien recto y la cabeza también, mirando al frente.
Flexionás la pierna, te agarrás del pie y lo llevás hacia la cola. La
rodilla de la pierna que se flexiona debe estar bien pegada a la pierna
de apoyo. Si no mantenés el cuerpo bien recto, no elongás bien.
Tensor de la fascia lata
Buscás un punto de apoyo. Una pierna queda recta y relajada. La pierna
que trabajás va hacia el lado contrario, cruzando y tensando bien. El
pie de apoyo debe estar derecho.
Glúteos y piramidal
Agarrado de una barra o banco, flexionás una pierna y apoyás el tobillo
de la otra sobre la rodilla de la pierna flexionada. A su vez tirás con
el cuerpo hacia adelante. Cuanto más pliegues el tronco sobre las
piernas, más elongás el glúteo. La idea es bajar el tronco lo más que se
pueda para estirar.
En la segunda variante, sentado en el piso, con una pierna recta sobre
el mismo, cruzás la otra pierna sobre la primera con la rodilla
flexionada y con el codo empujás haciendo una rotación. Al hacer la
torsión también se estira la espalda. El torso y la cabeza acompañan la
rotación.
Tríceps
Podés estar parado o sentado. Llevás el brazo hacia arriba, flexionás el
codo y tratás de llevar la mano hacia el hombro del mismo lado que se
está elongando. Con el otro brazo sostenés el codo. La cabeza debe estar
relajada, intenta caer hacia el mentón y eso da más espacio para que el
brazo se alargue.
Pectorales
Con la espalda recta, te agarrás de un banco, de un espaldar o una
barra, dejando la espalda paralela al piso. Abrís bien los brazos, tirás
la cola hacia atrás, contrayendo la panza, y presionás con el torso
hacia abajo.
Bíceps y deltoides
Parado, apoyás la mano sobre una pared y girás hacia el lado contrario
del brazo que elongás. La mano debe estar paralela al piso, con los
dedos apuntando hacia el lado que giramos. A medida que se va estirando
el músculo, seguís girando.
Dorsales
Te parás de frente a una superficie plana (pared, árbol). Un brazo está
relajado y el otro sube y se estira hacia arriba y ligeramente hacia el
lado contrario. Es como si caminaras con los dedos hacia arriba. No
olvides relajar la cabeza. Lo hacés con un brazo y con el otro.
Abdominales y pectorales
Te acostás boca abajo, con piernas juntas, apoyás las manos a los lados y
elevás el tronco. La cabeza mira hacia el frente. Se elonga
principalmente abdominales y pectorales.
Tips
– La elongación requiere respiraciones suaves y lentas. Mientras inspirás y exhalás, el cuerpo cede.
– Acomodate en posición y respirá tranquilo. De ahí en más, para que sea
eficaz la elongación hay que permanecer en la posición durante 20
segundos como mínimo.
– El estiramiento es progresivo: no hay que sentir dolor, aunque sí una leve “molestia” del estiramiento.
*Entrenadora de duatlón, mountain bike y Personal Trainer. Realiza masajes y elongaciones asistidas: patosantiago1964@gmail.com
Deporte y Entrenamiento
El punto vulnerable del tendón de aquiles
Foto: pvproductions – www.freepik.es
Buenas y muy santas sesiones de entrenamiento, queridos lectores. Hoy les traigo info sobre una afección bastante frecuente e importante entre quienes practicamos deportes y que en menor escala afecta también a personas que no practican deportes. La parte afectada es el llamado talón de aquiles, la estructura tendinosa que involucra al hueso astrágalo, del talón del pie, con los músculos de la pantorrilla (gemelos). Sus componentes principales son los músculos del dorso de la pierna (gemelos), el tendón propiamente dicho (aquiles) y el hueso del pie donde se inserta (astrágalo). Es el responsable del principal movimiento del pie y el que por su fortaleza propicia actividades tales como la marcha, el trote, la carrera el salto, etcétera. Tiene el poder de soportar desde el peso del cuerpo en un solo pie de punta como el de propiciar una marcha tranquila.
Si bien es una estructura robusta, siempre está sometida a intenso
trabajo, más aún si hablamos de carrera, trote, saltos o simplemente
exceso de peso, situaciones en la que es vulnerable y debe ser usada
consecuentemente.
El sexo masculino y la edad avanzada hacen que los problemas en él se padezcan con mayor frecuencia.
Como su nombre lo indica, la tendinitis de aquiles hace referencia a una
inflamación por sobrecarga de dicho tendón. Ésta, sin cuidados, puede
devenir en un desgarro o rotura parcial o total (queda el pie colgando),
lo que requerirá cirugía y rehabilitación. En cuanto a prevención se
recomienda hacer siempre 15 minutos de precalentamiento minucioso antes
de cualquier práctica y todos los días. Las actividades más peligrosas
son: trote, carrera, salto en zona montañosa. Pero también lo son el
tenis, el basquet y otros deportes similares.
El síntoma principal de la tendinitis es un dolor de distinta intensidad
y el de la ruptura el dolor más la impotencia funcional del pie. El
reposo es la primera medida a tomar, las demás las indicará el
traumatólogo en función de la gravedad del caso. Buenas rutas amigos.
Foto: Imagen-kjpargeter – www.freepik.es
El autor de esta nota, Doc Pedales, es el Doctor en Medicina Eduardo Saint Bonnet (MN 48943 y MP 23765), deportólogo y deportista.
Deporte y Entrenamiento
Psicología y deporte: Entrenar es construir autoestima
Medidor de cadencia de pedaleo, potenciómetro que disocia la lectura
en watts de la pierna derecha y la pierna izquierda, GPS con todos los
datos que un entrenador pueda necesitar, zapatillas para pisada prona,
neutra o supina, cinturones de hidratación ergonómicos y reproductores
de música sumergibles, ¡y sin cable! Podría completar cinco páginas
enumerando todos los avances tecnológicos aplicados al deporte en los
últimos años. Nos empecinamos casi de manera irracional en tener todo
esto y más, pero nos olvidamos de lo más importante: nuestra fortaleza
mental al momento de entrenar y competir. De nada nos sirven las ruedas
tapadas y el último cuadro de fibra de carbono si al momento de ponernos
el número en una carrera temblamos como una hoja.
Somos, en esencia, una unidad bio-psico-intelectual. Nuestro rendimiento
no depende exclusivamente de la preparación física, sino también de
nuestro perfil psicoevolutivo. Si bien la psicología del deporte es una
ciencia relativamente nueva, su relevancia es cada vez mayor en el
rendimiento. La mente es la herramienta más poderosa tanto en
entrenamientos como en competición. Por lo tanto es importante empezar a
cuidar los detalles que hagan que su rendimiento —al igual que el
físico— sea óptimo y nos impulse a dar lo mejor de nosotros mismos.
Existen diversas variables psicológicas, como las emociones, la
ansiedad, la motivación, los recuerdos asociados y la percepción del
esfuerzo, entre otras. El manejo de ellas constituye lo que hoy se
conoce como personalidad resistente y que nos hace capaces de gestionar
adecuadamente las percepciones personales influyentes en el rendimiento:
el control, el compromiso y el desafío (en el ámbito del entrenamiento
esto se conoce como CCD). Si aprendemos a manejar bien estas variables
potenciaremos la posibilidad de éxito al luchar por nuestros objetivos.
Fortaleza mental
Para los psicólogos del deporte es un reto estudiar las razones y causas
involucradas en el rendimiento de los deportistas de excelencia. Uno de
los conceptos centrales que el área de la psicología del deporte ha
aportado es el de fortaleza mental.
Algunos autores se refieren a este término como una habilidad y otros
como un conjunto de habilidades. Jim Loehr la ha definido como la
habilidad para desempeñarse de manera consistente en el rango superior
de sus talentos y habilidades, sin importar cuáles sean las
circunstancias competitivas (Loehr, 1994). Para Ureña (2005) la
fortaleza mental se manifiesta en la capacidad del deportista para
controlarse emocionalmente cuando pierde o juega mal, para aceptar la
crítica sin sentirse lastimado y para permanecer al pie de la batalla
sea cual sea el resultado. En cambio, para Greswell (2007), la fortaleza
mental se refiere a las habilidades psicológicas de un deportista que
suponen una ventaja para su rendimiento.
Otra definición de fortaleza mental es la que propuso Luis Humberto
Serrato en el III Congreso Iberoamericano de Psicología del Deporte de
Bogotá, en 2010. Para él, se trata de “el conjunto de habilidades
psicológicas y estrategias efectivas de afrontamiento que posee un
deportista para controlarse perceptiva, cognoscitiva y emocionalmente
ante todas las situaciones estresantes propias de la competencia como
los momentos críticos, su propio rendimiento, el resultado y los
factores externos adversos (familia, entrenador, público, jueces y
rivales), para sobreponerse y responder con sensación de reto
deportivo.”
Esta concepción se atribuye a deportistas que ante situaciones
estresantes muestran un completo control de sus emociones y responden
con alta eficacia al desafío deportivo.
Si bien es un concepto amplio y que incluye numerosas variables
psico-emocionales, podemos resumir que la fortaleza mental es ni más ni
menos que el afrontamiento adaptativo al estrés en competencias y en
situaciones de entrenamiento. Cuando mis deportistas me dicen que no
tienen ganas de entrenar o no se sienten bien, suelo recomendarles que
igual salgan a la ruta, ya que cuando no se entrena el metabolismo se
entrena la voluntad. La personalidad resistente de un deportista se
talla semana a semana, mes a mes, año a año de manera simultánea con las
adaptaciones fisiológicas.
Personalidad resistente y resiliencia
Hace poco más de 40 años apareció el término de personalidad resistente
(aportado por Maddi y Kobassa y sus alumnos de la Universidad de Chicago
hacia fines de 1970), que hace referencia a una mezcla interrelacionada
de actitudes indispensables y no excluyentes de compromiso, control y
desafío (CCD). Estas tres logran que la persona convierta una
circunstancia estresante en un escenario de desarrollo y crecimiento, en
lugar de ser una situación debilitante. En este sentido la personalidad
resistente percibe las situaciones estresantes como menos estresantes y
modera los efectos del estímulo estresante, facilitando estrategias
adaptativas. Según Peñacoba y Moreno (1998), la personalidad resistente
se puede aprender a cualquier edad.
Debemos aclarar, sin embargo, que no debiéramos confundir estrés con
trauma. El trauma es algo mucho más profundo y se denomina resiliente a
aquella persona capaz de afrontar situaciones traumáticas con
comportamientos -a priori- paradójicos e inesperados (en el buen
sentido). Son aquellas personas que no se desaniman ni se dejan abatir
ante situaciones traumáticas de vida, que dan respuestas altamente
positivas al enfrentar la adversidad y siguen desenvolviéndose y
viviendo a menudo a un nivel superior, como si el trauma hubiese
desarrollado en ellos recursos latentes insospechados (Menciaux,
Vanistendale, Lecomte y Cyrulink, 2001).
Como podemos apreciar, los conceptos de personalidad resistente y
resiliencia están íntimamente ligados entre sí. Y ambos son conceptos de
formación dinámica que resultan de un proceso fruto de la interacción
propia del individuo y su entorno. Llevado al plano deportivo, poder
contar con estos dos valores (personalidad resistente y resiliencia) es
de una importancia fundamental en el rendimiento, ya que de por si aquel
deportista capaz de adaptarse de manera más rápida y mejor a las
adversidades de la competencia podrá echar mano a las estrategias más
adecuadas para salir airoso de dichas situaciones.
Una competencia es percibida como un factor altamente estresante para el
deportista. Si a ello le sumamos la aparición de algún imprevisto de
último momento (desde un desperfecto mecánico en nuestra bici momentos
antes de largar, hasta haberse olvidado la caramañola o el inflador),
sólo quienes estén “preparados” desde el plano psíquico y mental podrán
sobreponerse, adaptarse y actuar. Y todo esto en solo cuestión de
minutos. De nada sirve perder el tiempo pensando en si la situación nos
favorece o nos perjudica. La situación “simplemente es” y ante ella
debemos actuar, ¡resolver!, potenciando al máximo nuestras capacidades,
tanto físicas como psíquicas y volitivas.
Sobrevive el que se adapta
Me es imposible terminar este articulo sin hacer una referencia directa a
la situación actual que estamos atravesando a nivel mundial. Durante la
primera etapa del aislamiento estricto quedó puesto en relieve quién
tenía personalidad resistente y resiliencia. Solo quienes se adaptaron
rápidamente a la nueva situación de encierro, quienes no perdieron
demasiado tiempo sumergiéndose en el miedo y la incertidumbre (o si lo
hicieron fue arriba del rodillo, pedaleando), solo este tipo de
deportista fue el que salió airoso del encierro y estuvo más y mejor
preparado para volver a las rutas. En el caso de mis alumnos solo un 10
por ciento bajó los brazos y se entregó, mientras que el 90 por ciento
restante la siguió peleando (¡se adapto!).
Aun con muchísimos más miedos que certezas, con estados de ánimo que
tambaleaban, haciendo pie de modo intermitente, con fortalezas y
debilidades. A esto le llamo yo tener personalidad resistente. Y esta
capacidad permanente de adaptación a circunstancias cambiantes tiene su
anclaje sin dudas en la fortaleza mental, parte constitutiva del
rendimiento deportivo. Y al igual que las capacidades físicas, las
capacidades psicológicas se trabajan, se entrenan, se construyen.
Y como todo proceso, lleva tiempo ¡Mucho tiempo! Y estos tiempos son innegociables.
Ejemplos de carne y hueso
Así como para producir adaptaciones aeróbicas estables y duraderas se
necesita determinado tiempo de proceso, construir un deportista íntegro
también requiere de tiempos, experiencias, situaciones, kilómetros y
horas. Me permito citar un claro ejemplo de todo lo expuesto y es una
alumna que llegó a mí en mayo del 2007. Natalia Margara en ese entonces
sólo competía de forma amateur en carreras locales de mountain bike.
Cuando comenzó le pregunté cuáles eran sus objetivos, hasta dónde se
atrevía a soñar. Y me respondió: “Quiero mejorar mi rendimiento y algún
día correr un triatlón, pero no sé nadar.” A partir de ahí, año tras año
fuimos mejorando. Tres años después fue segunda en la general femenina
del Desafío al Valle de Río Pinto. Corrió numerosas carreras de aventura
a nivel nacional, posicionándose siempre entre los primeros.
Paralelamente a ello tomaba clases de natación y comenzó a sumar horas
de nado. Durante todo ese tiempo, Natalia se separó de su esposo, tuvo
problemas con sus hijos y hasta afrontó una operación de corazón (de la
cual salió bien, gracias a Dios). Todo lo hizo sin desánimo, etapa por
etapa. Hasta que en mayo de 2015 logró un segundo puesto de categoría en
el Ironman de Florianópolis que le valió la clasificación al mundial de
Hawaii. Creo que no queda mucho por agregar. Natalia es sin dudas un
claro ejemplo de fortaleza mental, personalidad resistente y
resiliencia, todo en uno. Pero esto lo logramos en nada más ni nada
menos que ocho años.
En el 2016 clasificó nuevamente a Hawaii, pero esta vez en la modalidad
X-Terra, y en 2018 logró en Pucón la clasificación al mundial de Medio
Ironman en Chatanooga, convirtiéndose así en la primera y única
triatleta argentina amateur en participar en los tres mundiales de larga
distancia.
La personalidad del deportista se forja y talla a la par que mejora su
condición física. Ambas cosas van de la mano. Cuando le digo a un
triatleta que tiene que hacer 200 kilómetros en una sesión, sé que el
primer objetivo de esa consigna es sobreponerse a la infinidad de
fantasmas que aparecen en la mente durante esas siete, ocho o nueve
horas de pedaleo. O cuando un triatleta debe hacer 10 series de mil
metros nadando con 2 minutos de pausa y llevarse comida (fruta o yogur)
para comer entre los 6 mil y 8 mil metros. Cuando un mountain biker
encara un período negro de cinco semanas y pasamos de un promedio
semanal de 340 kilómetros a 550 kilómetros durante un mes y medio.
Cuando un maratonista tiene que hacer tres sesiones de 12 kilómetros con
4 horas de pausa en un mismo día. En todos los casos sé muy bien que lo
menos importante en este tipo de entrenamientos son las adaptaciones
fisiológicas. Ese tipo de sesiones marcan un antes y un después en esa
persona. Claramente, debemos tener bien en claro a quién darle
semejantes cargas y a quién no. ¡Todo esto lleva años! (no meses, sino
años de entrenamiento sistemático).
Tener un pleno dominio de uno mismo a todo nivel, lleva años. Quien
mejor se conozca, quien más herramientas tenga y más horas de
entrenamiento acumule, podrá resolver de mejor manera cualquier
imprevisto que se presente tanto en una competencia como en un
entrenamiento o incluso en la vida misma.
Después de todo, y aunque nos empecinemos en tener los últimos avances
tecnológicos o en estudiar las más modernas metodologías de
entrenamiento, el resultado depende pura y exclusivamente del vínculo y
de la relación tanto entre el deportista y su entrenador, como así
también del deportista consigo mismo. Lograr un objetivo depende lisa y
llanamente de que el deportista se sienta capaz y convencido de hacerlo.
Y me atrevo a afirmar sin miedo a equivocarme que entrenar es sinónimo
de construir autoestima.
Elisa Lapenta es entrenadora de afamados deportistas de alto rendimiento | (0351)15-6225243 | elisalapentah3o@hotmail.com | h3o Sports | @elisanoemilapenta
Fuentes
– Conferencia de Luis Humberto Serrato, III Congreso de la Sociedad
Iberoamericana de Psicología del Deporte, Bogotá, Colombia, 2010.
– Bonanno, G.A, Loss, trauma and human resilience: Have we
underestimated the human capacity to thrive after extremely aversive
events? American Psychologist, 2004.
– Godoy Izquierdo, D. y Godoy, J.F. La personalidad resistente: una
revisión de la conceptualización e investigación sobre la dureza.
Clínica y Salud, 2002.
– Maddi, S.R., Khoshaba, D., Persico, M., Lu, J., Harvey, R. y
Bleecker, F, The personality construct of hardiness, II. Relationships
with comprehensive tests of personality and psychopathology. Journal of
Research in Personality, 2002.
Entrenamiento
Coaching y ciclismo: los cuatro pilares del rendimiento deportivo
Foto: Miguel Bruna for Unsplash
Desde el coaching consideramos sustancialmente importante que todos
los deportes comparten cuatro áreas en común: el entrenamiento físico,
el técnico, el táctico y el psicológico; espacios que trabajan en
conjunto entrenador y coach deportivo para lograr el mejor desempeño
físico y mental del deportista. Esto aplica al entrenamiento que debe
llevar a cabo para garantizar los resultados deseados tanto un ciclista
profesional como uno que se inicia en el deporte.
Como coach deportiva profesional recomiendo comenzar una planificación
evaluando el nivel real actual del ciclista mediante la aplicación de
una batería de test que describen el nivel de entrenamiento esperado en
cada uno de los siguientes ámbitos.
Plano físico
En este plano comenzaremos tomando en cuenta el estado
de forma actual del ciclista, con testeos para medir fuerza máxima,
resistencia, velocidad, coordinación, flexibilidad, tolerancia a la
fatiga, incremento de lesiones, etcétera.
También estableceremos la cantidad de horas que va a dedicarse a
entrenar, qué tipo de alimentación va a llevar y el tiempo de descanso,
entre otras variables (lo que comúnmente damos a llamar entrenamiento
invisible).
En este punto se deberá diferenciar entre si se trata una simple
participación deportiva, si estamos en la introducción a la competición,
si nos encontramos en el aprendizaje de la competición o si el ciclista
está en plena competición deportiva. En función de este momento y de
las edades y nivel es que se entrenará la parte física con menor o mayor
exigencia.
Plano técnico
Entrenar este pilar nos dará información sobre si existe
dificultad para la adquisición de nuevos patrones de movimiento o para
modificar los ya existentes. Ejemplo: los gestos propios del deporte en
cuestión (cadencia de pedaleo, posición en la bici, etcétera).
Trabajando la técnica intentaremos mejorar la ejecución de los gestos
deportivos propios del ciclismo, tanto de ruta como de montaña, para ser
más eficientes y conseguir así el objetivo de una mejor manera.
Plano táctico/estratégico
Lo táctico es la esencia del deporte. Entre entrenador y
coach deportivo evaluaremos la dificultad que tiene el ciclista para
llevar a cabo el diseño de entrenamiento planteado y su capacidad de
tomar decisiones propias acertadas para tener distintas opciones a la
hora de una competencia y para que el mismo deportista pueda tener
varias alternativas ante las situaciones presentadas de improviso, por
ejemplo en una carrera.
Foto: Dmitrii Vaccinium for Unplash
Plano psicológico/mental
Entrenar este pilar puede llegar a ser lo que definitivamente marque
la diferencia entre uno y otro ciclista. Tal como lo definía quien fuera
pionero en estos temas, Tymothy Gallwey, en su libro The inner game:
“El rival que opera en nuestra mente es más formidable que el que está
fuera en la cancha.” El sostenía la importancia de entrenar la capacidad
de concentración, el manejo del estrés, el autocontrol, la motivación,
la emoción de ansiedad, la autoconfianza y hacia dónde dirige y pone su
foco de atención un deportista.
Este es el campo donde el coach deportivo ejercita una acción más
específica, asistiendo a los ciclistas en el reconocimiento y gestión de
las emociones y de las creencias que puedan influir y limitar su
rendimiento deportivo, ofreciéndoles un espacio de aprendizaje y de
reflexión.
Como coach me resulta muy importante primero indagar en la entrevista
con el ciclista para conocer cuánto conocimiento tiene de estos cuatro
pilares del rendimiento deportivo y luego saber cuánta dedicación le
está otorgando a cada área, ya que cuando no hay un equilibrio entre las
cuatro está fehacientemente demostrado que los resultados obtenidos no
son los deseados.
Por último cabe aclarar que estas cuatro áreas se retroalimentan entre
sí, permiten establecer un orden, estipular objetivos claros, trabajar
con claridad pero sobre todo con estabilidad sin olvidar que el
principal objetivo es el disfrute.
Por Andrea Romano. Coach y trainer, con la siguiente formación: Profesora de Educación Física (IPEF), Entrenadora Personal (UNC), Diplomada en Gestión Gerencial (Blas Pascal), Coach Deportiva (Unisport/Barcelona), Coach Ontológico Profesional certificada internacionalmente (ICF) y Coach Organizacional y Ejecutiva certificada (Unisport/Barcelona): andreamromano@live.com
Deporte y Entrenamiento
Conductas deportivas: esa delgada línea que separa a la salud de la enfermedad
En el deporte amateur, el límite entre lo sano y lo patológico puede llegar a convertirse en una línea fácil de cruzar, que tanto los entrenadores como los familiares y amigos del deportista deben cuidar que este no la traspase. La pasión es la llave de esta contradicción.
Pasión, hobby, obsesión
Vamos a echar un poco de luz sobre la definición académica de estas palabras, yendo de lo simple a lo complejo:
– Hobby es una voz inglesa que refiere a una afición o pasatiempo que se practica habitualmente en los ratos de ocio.
No quiero dejar de detenerme en la última parte de esa definición
referida a los ratos de ocio. Suelo repetir en mis charlas y artículos
que yo entreno a personas adultas, con responsabilidades familiares,
laborales y sociales que eligen el deporte como hobby (es decir que lo
practican en su tiempo libre), más allá de que muchos de los deportistas
máster suelen escaparse del trabajo un par de horitas al mediodía para
nadar, por ejemplo, o un par de veces a la semana salen un par de horas
antes para pedalear o trotar.
Pero cada uno sabe que luego compensa esas horas laborales de algún
modo. El problema empieza cuando uno empieza a descuidar el trabajo en
pos del deporte. Porque una cosa es acomodar las variables para entrenar
tranquilo y otra muy distinta es dejar de lado compromisos laborales
para irse a pedalear.
– Pasión (del verbo en latino patior, que significa padecer, sufrir,
tolerar) es una emoción o un sentimiento muy fuerte hacia una persona,
tema, idea u objeto. Es una emoción intensa que engloba el deseo por
algo. Se dice que una persona se apasiona por algo cuando establece una
fuerte afinidad. Me atrevo a afirmar que el 95 por ciento de los que
practicamos ciclismo somos unos apasionados por las dos ruedas.
– Obsesión (proviene del termino latino obsessio, que significa asedio)
es una perturbación anímica producida por una idea fija, que con tenaz
persistencia asalta la mente. Este pensamiento, sentimiento o tendencia
persiste en la persona más allá de los esfuerzos por librarse de él. La
persona se encuentra dominada por esta idea, pensamiento o imagen. Se
impone en la persona de modo repetitivo, independientemente de la
voluntad, de modo tal que no se puede reprimir o evitar con facilidad.
La obsesión tiene un carácter compulsivo y termina por adquirir una
condición angustiante para quien la sufre. Cuando las obsesiones y
compulsiones se hacen crónicas se transforman en neurosis y comienzan a
alterar el normal desarrollo de la vida de esa persona.
Y esto es precisamente a lo que no tenemos que llegar con nuestra
practica deportiva. Porque como siempre digo, para el deportista amateur
entrenar es un cable a tierra, un desconectarse de sus otras rutinas y
obligaciones, un respiro en días altamente exigentes en otros planos. Y
es precisamente una herramienta para estar y vivir mejor. Si llegamos a
obsesionarnos con ello, el deporte pasa a ser una variable perjudicial
para nuestra salud. Y no debemos dejar que esto pase.
Amateurismo apasionado
Definidos los tres términos, a mi modo de ver ser apasionado es un
privilegio. Suelo conversar de esto a menudo con mis alumnos: ¡Cuán
hermoso es que algo te guste siempre!
Recuerdo lo que sentí la primera vez que —a escondidas de mis padres— le
saqué la bici de ruta a mi hermano y me fui pedaleando de Saldán a
Villa Allende ida y vuelta (unos 7 kilómetros en total). Tenía 16 años,
pero jamás pude olvidar esa sensación de libertad y felicidad que me
invadió (así como tampoco pude olvidar el reto que me dieron mis padres
cuando se enteraron…) ¡Pero juro que al día de hoy (casi 35 años
después) siento ese mismo cosquilleo en mi panza cuando me estoy
poniendo los zapatos y las calzas para ir a pedalear!
Si eso no es pasión, ¿qué es? Amar lo que uno hace, poner su mejor
empeño, dar lo mejor de sí en cada salida. ¡Eso está bien! ¡Practicar un
hobby, una afición de manera apasionada es lo que nos mantiene vivos!
Salir a pedalear es nuestro cable a tierra. ¿Quién no se ha subido a la
bici (o salido a trotar) con la cabeza repleta de problemas y al
regresar, si bien los problemas siguen estando allí, nuestra sensación
de bienestar es tan superadora que vemos todo a otra escala? Y es que el
deporte nos cura el alma. Nos gratifica. Nos amiga con el entorno.
Y quiero aprovechar para reivindicar a los deportistas amateurs.
Generalmente el término aficionado o amateur se aplica a quien realiza
una actividad sin un carácter profesional. El deportista amateur, en
contraste con el profesional, practica un deporte porque le gusta y sin
perseguir un fin económico (por el contrario, invierte tiempo y dinero
para practicarlo). Y no es un término peyorativo, dado que muchos
amateurs logran un estado de forma muy cercano al de un profesional.
El otro significado de la palabra amateur deriva de la lengua francesa,
que a su vez deriva de la palabra latina que significa amar o el amador
de. En este sentido un amateur puede ser tan hábil como un profesional,
pese a que su motivación es el amor o la pasión por una cierta actividad
y no persigue el fin de ganar dinero por realizarla.
El deportista amateur es básicamente una persona que practica su deporte por vocación, por amor, por pasión.
Cumplimiento y obsesión, esa delgada línea
Cuando un deportista llega a la entrevista inicial, una de mis preguntas
clave es: ¿Cuáles son tus objetivos a corto, mediano y largo plazo? Las
respuestas van desde lo más simple, como bajar un par de kilos, hasta
correr un ironman o meterse en el podio de alguna súper carrrera de MTB.
La pregunta que le sigue es: ¿Qué estás dispuesto a hacer para lograrlo?
Acá la cosa se pone seria, porque todo lo que mi deportista me dice
queda asentado en su ficha personal y cuándo veo que se van a la
banquina les recuerdo lo que dijeron aquel primer día.
Cuento esto de modo anecdótico. El 80 por ciento de los deportistas
logran lo que se proponen cuando el objetivo es acorde a su edad,
realidad, historia y contexto.
Lo que sucede generalmente es que a medida que pasan las semanas, los
meses y los años, van aprendiendo a ser mas prolijos, metódicos y
sistemáticos, no solo con sus entrenos sino también con sus descansos y
con la alimentación.
Ahora bien, cuando comienzan a mostrar algunos destellos de obsesión en
sus actos, es ahí donde los entrenadores debemos intervenir. Aunque más
no sea marcándole que ningún extremo es bueno.
Me ha pasado en estos últimos años que varios deportistas cambian de
entrenador porque eligen comenzar a entrenar por potencia y la mayoría
de las sesiones en rodillo. (Y quiero aclarar que no estoy cuestionando
el método —al menos no en este artículo). Pero lo que pasa con estos
deportistas es que se obsesionan por los datos y las sesiones y los
números, y empiezan a desconectarse en primer lugar de su grupo de
amigos y en segundo lugar y lo que es más grave aun a mi modo de ver, se
desconectan totalmente de sus percepciones subjetivas de rendimiento.
Y se vuelven cien por ciento dependientes de la computadora.
Como siempre digo, no está mal querer saber los datos, lo que no está bien es volverse adictos a ellos.
Otro modo de obsesión se da en aquellos deportistas que bajaron de peso y
comenzaron a sentirse tan bien que sienten pánico de volver a aumentar
esos kilos que bajaron. Estos deportistas son los que llegan al asado
con un taper con arroz integral y una botella de agua mineral sin gas.
A estas personas hay que explicarles que no pasa nada si una noche nos
salimos de la dieta y compartimos un buen asado y unas cervecitas con
los amigos.
Otro ejemplo de obsesión son aquellos deportistas que no faltan nunca a
un entrenamiento o que salen a entrenar aun con todas las variables en
contra.
Siempre les aclaro a mis alumnos que una cosa es hacer un esfuerzo en un
día complicado para salir a entrenar igual y otra muy distinta es, por
ejemplo, salir a entrenar de noche por una ruta peligrosa o salir bajo
una lluvia torrencial o salir a entrenar con unas líneas de fiebre
porque “nunca falté a una sesión”.
Estos son ejemplos de obsesión que pueden pasar a ser tan solo una
anécdota más, y si se dan de modo esporádico no suelen revestir mayor
gravedad. Pero para nosotros los entrenadores tienen que ser una señal
de alerta de que en ese deportista se está metiendo el virus de la
obsesión. Y tenemos que estar muy atentos para que esto no se haga
patológico. Porque una cosa es poner todo para autosuperarse y mejorar y
otra muy distinta es desconectarse de la realidad.
Obsesión… y doping
En mis 25 años de profesión he tenido algún que otro exponente de
aquella obsesión compulsiva por el deporte de la que hablamos antes. Al
extremo tal de tener que decirle a un deportista que no lo podía seguir
entrenando si persistía en esa postura.
Estoy plenamente de acuerdo en que para practicar un deporte en edades
adultas hay que organizarse. De lo contrario es inviable poder sostener
de modo ordenado las obligaciones laborales familiares y sociales. El
problema se presenta cuando las prioridades comienzan a invertirse y el
deporte toma el control de la vida de ese deportista.
Respecto de ese deportista al que tuve que dejar de entrenar, recuerdo
que vino con el planteo de que quería “empezar a tomar algo” (lease
sustancia prohibidas) para andar mejor. Ese fue para mí el punto final. Y
si bien es un tema delicado, que amerita un tratamiento más detenido
(tal vez en un próximo articulo lo haga), ese es un límite que no estoy
dispuesta a traspasar.
Tengo bien en claro que ninguna carrera, podio ni medalla están por
delante de la salud de un deportista. Nada está por delante de la salud
de un deportista.
Lamentablemente ese ciclista al que hago referencia tomó el camino
equivocado. Al punto tal que se separó de su mujer, dejó de ver a sus
hijos, puso en riesgo su salud… y todo para nada, ya que su máximo logro
fue ganar alguna que otra etapa de la Vuelta de San Juan. Fue el caso más extremo que me tocó vivir.
En mi postura profesional y personal el dopaje no tiene cabida. Como
tampoco lo tiene ninguna suplementación -incluso permitida- que no esté
prescripta por un nutricionista deportivo y con acabados fundamentos y
una analítica sanguínea en mano.
Lo sano y lo patológico
Está claro que todo aquel que comienza una actividad deportiva quiere
hacerlo de la mejor manera posible. Y la mejor manera posible es
introducir el deporte dentro del top ten de las prioridades de vida…,
pero jamás ponerlo en primer lugar, de modo tal que se torne una
obsesión enfermiza que nos lleve a alterar el normal desarrollo de
nuestras demás actividades.
No quisiera terminar sin destacar que, en mi opinión, un deportista
amateur sano es aquel que dando todo de sí en los entrenamientos y
competencias es capaz de reconocer sus propias limitaciones y aceptar
con una sonrisa en los labios un “hasta acá llego” o un “di lo mejor” o
“esta es mi mejor versión en mi realidad de vida”.
Está bien hacerse el hábito de no trasnochar, lo que no está tan bien es
irse del casamiento del hermano a las once de la noche porque “mañana
tengo que salir a rodar”.
Esta bien no tomar gaseosa entre semana (o incluso nunca), lo que no
está tan bien es que no se compre una sola gaseosa en la casa ni
siquiera como excepción.
Está bien hacer coincidir las vacaciones familiares con el Ironman de
Cozummel o el de Florida, lo que no está tan bien es que no existan
vacaciones en lugares del mundo en los que no haya carreras.
El límite es muy delgado. Y cuando un deportista no puede percibirlo, es
su familia y somos nosotros los entrenadores quienes tenemos que marcar
la diferencia entre lo sano y lo patológico.
Tengo un alumno que dice que la cantidad de bicis que necesitamos para
entrenar y competir es N+1, en donde N es la cantidad de bicis que
poseemos actualmente. Está bien decir esto a modo de broma, lo que no
está tan bien es endeudarse más allá de nuestra economía para tener la
última bici del mercado y hacer que le falten cosas a nuestros hijos.
A modo de anécdota de color referida a este tema, les comparto un caso
real que ocurrió con un alumno del interior que coordinó con su
bicicletero la compra de una nueva mountain bike. Organizaron una rifa y
entre los amigotes del pueblo y amigas de su esposa vendieron los
números a modo simbólico a dos pesos cada uno…, una baratija. Y cuando
finalmente le llegó la bici, le pidió al bicicletero que llamase a su
esposa para comunicarle que él era el ganador de la bici… Esto es pasión
(y picardía criolla, para que la esposa no lo retase).
¡Este es el espíritu que debe reinar entre los adultos que salimos a
pedalear, correr o nadar por el simple hecho de que amamos hacerlo!
Después de todo y más allá de todo, quienes practicamos deporte a edades
adultas tan solo buscamos sentirnos bien, sentirnos vigentes y ser cada
día un poquito mejores. De eso se trata lisa y llanamente, de tallar
semana a semana la mejor versión de nosotros mismos, tengamos la edad
que tengamos.
Por Elisa Lapenta: entrenadora de afamados deportistas de alto rendimiento. | (0351)15-6225243 | elisalapentah3o@hotmail.com | h3o Sports | @elisanoemilapenta
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